Todo lo que nace proviene necesariamente de una causa, pues sin causa nada puede tener origen. (Platón, 427 – 347 AC)
En esta frase Platón hace referencia a la ley universal de Causa y Efecto; ley en la cual está basada la Física y las ciencias en general y que puede parecer sencilla pero que esconde una gran complejidad y se halla presente en todo lo que nos rodea.
La ley de causa y efecto se basa en la idea de que toda acción provoca una reacción, una consecuencia o un resultado. Esta noción también tiene su contraparte: todo efecto está causado por una acción previa. Una causa (acción o fenómeno natural) puede tener muchos efectos a largo y/o corto plazo y, por otro lado, un fenómeno puede tener muchas causas. Esta relación entre causas y efectos se denomina causalidad y es uno de los principios de las ciencias naturales, principalmente de la Física. Sin embargo, también es estudiada por la Filosofía, la Computación y la Estadística. Tener en cuenta las relaciones de causalidad le permite a todas las ciencias explicar no sólo las razones por las que un fenómeno existe en la actualidad sino también prever los fenómenos que ocurrirán en el futuro (efecto) a partir de acciones tomadas en el presente (causa).
La noción de causalidad ha suscitado debate desde los inicios de la filosofía. Aristóteles concluye el libro “Segundos Analíticos” con el modo en que la mente humana llega a conocer las verdades básicas o premisas primarias o primeros principios, que no son innatos, ya que es posible desconocerlos durante gran parte de nuestra vida. Tampoco se pueden deducir a partir de ningún conocimiento anterior, o no serían primeros principios. Afirma que los primeros principios se derivan por inducción, de la percepción sensorial, que implanta los verdaderos universales en la mente humana. De esta idea proviene la máxima escolástica «nada hay en el intelecto que no haya estado antes en los sentidos» (Nihil est in intellectu, quod prius non fuerit in sensu). Al mantener que «conocer la naturaleza de una cosa es conocer, ¿por qué es?» y que «poseemos conocimiento científico de una cosa sólo cuando conocemos su causa». Aristóteles distinguió cuatro tipos de causas:
- Causa material
- Causa formal
- Causa eficiente
- Causa final
El principio de causalidad es un principio fundamental de la investigación científica, suponiendo que la mejor forma de entender y explicar es conocer las causas, porque por un lado podemos prevenir y por otro controlar los efectos, en definitiva, dominar los sucesos naturales, al menos a nivel macroscópico. A nivel microscópico, y en el especial en el dominio de la física cuántica la noción de causa es frecuentemente problemática.
La noción de causalidad es parte integral de muchas ciencias:
- En ciencias naturales diferentes de la física y en procesos en los que no podemos reducir la concurrencia de eventos a un mecanismo físico simple, la idea de causa aparece en procesos complejos entre los que hemos observado una relación causal. Así tras las ecuaciones empíricas se supone hay un proceso físico causal que lleva a una conexión necesaria entre ciertos eventos.
- En física clásica, en la mecánica newtoniana y mecánica relativista se admite además que la causa precede siempre al efecto.
- En física cuántica ha existido una discusión sobre el principio de causalidad clásico, ya que la teoría parece contener aspectos puramente probabilísticos y no deterministas, que podrían quedar fuera de la noción causal tradicional.
- En estadística, donde es analizada por la estadística inferencial.
- En ciencias sociales suele aparecer ligada a un análisis estadístico de variables observadas.”
En el ámbito empresarial se utiliza para descubrir las causas de diversos problemas relacionados con la productividad, las relaciones laborales y la calidad de la producción. Además de estas aplicaciones, la ley de causa y efecto es utilizada en procesos de crecimiento personal: las personas que quieren cambiar aspectos de su vida necesitan averiguar cuáles son las causas de los mismos. Si se las identifica correctamente, al cambiar las causas inevitablemente se cambiarán los efectos. De esta manera, al tomar decisiones diariamente se consideran los efectos de las acciones, y no sólo las acciones en sí.
LA LEY DE CAUSA Y EFECTO EN EL ESPIRITISMO
La doctrina espírita nos hace alusión en sus obras a esta ley, la cual se encuentra implícita en muchas de sus enseñanzas. Así pues, en el Libro Primero de “El Libro de los Espíritus”, Kardec pregunta: “- ¿Qué es Dios?” y la respuesta es la siguiente: “- Dios es la inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas”. Y al preguntar: “- ¿Dónde puede encontrarse la prueba de la existencia de Dios?”, los Espíritus le responden: “- En un axioma que aplicáis a vuestras ciencias: no hay efecto sin causa. Buscad la causa de todo lo que no es obra del hombre, y vuestra razón os responderá”. Más adelante, en el mismo capítulo, podemos leer las siguientes reflexiones de Kardec:
- “Para creer en Dios basta pasar la vista por las obras de la Creación. El Universo existe; luego tiene una causa. Dudar de la existencia de Dios equivaldría a negar que todo efecto tiene una causa y sentar que la nada ha podido hacer algo.” (Pregunta 4, LE)
- “Atribuir la formación primera de las cosas a las propiedades íntimas de la materia sería tomar el efecto por la causa, pues esas mismas propiedades son un efecto que debe provenir de una causa.” (Pregunta 7, LE)
- “Se juzga de la potencia de una inteligencia por sus obras y no pudiendo ningún ser humano crear lo que la Naturaleza produce, la causa primera es una inteligencia superior a la Humanidad.
Cualesquiera que sean los prodigios hechos por la inteligencia humana, tienen una causa esta misma inteligencia y cuanto más grande sea lo que ella haga, tanto mayor debe ser su causa primera. Esta inteligencia es la causa primera de todas las cosas, cualquiera que sea el nombre con el cual el hombre la designe.” (Pregunta 9, LE)
En el resto del libro encontramos estas otras:
- “La razón dice que un efecto inteligente debe tener como causa una potencia inteligente (…).” (Prolegómenos, LE)
- “…que no admiten aún la intervención de los Espíritus en las manifestaciones, y que la atribuyen o a causas puramente físicas, – lo que es contrario a este axioma: todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente – o al reflejo de nuestro pensamiento, …” (Conclusión, Ítem IX, LE)
Como toda Ley Universal, también la hallamos implícita en las consecuencias morales de nuestros actos, pues no hay una sola acción, pensamiento, palabra o intención que no repercuta en nosotros mismos, haciéndonos sufrir sus efectos. Muchas de las enseñanzas de Jesús y de los Espíritus de la Codificación que encontramos en “El Evangelio Según el Espiritismo” se refieren a ella cuando dicen:
- “Perdonad para que Dios os perdone.”
- “Ay del que dice: Yo nunca perdonaré, porque si no fuere condenado por los hombres, ciertamente lo será por Dios. ¿Con qué derecho reclamará el perdón de sus propias faltas, si él mismo no perdona las de los otros?”
- “Reconciliaos lo más pronto posible con vuestro adversario, mientras estéis con él en el camino, para que vuestro adversario no os entregue al juez, y que el juez no os entregue al ministro de justicia, y seáis echados en la cárcel. En verdad os digo, que no saldréis de allí hasta que paguéis el último cuadrante.”
- “No juzguéis, para que no seáis juzgados; porque seréis juzgados según hubiereis juzgado a los otros; y se usará con vosotros la misma medida que hayáis usado con ellos.”
- “El que entró en este camino, no debe apartarse de él ni con el pensamiento, porque sois responsables por vuestros pensamientos, que Dios conoce.”
- “Sed indulgentes, amigos míos, porque la indulgencia atrae, calma, eleva; mientras que el rigor desalienta, aleja e irrita.”
Erróneamente, durante siglos, se le ha atribuido una acción punitiva a la Ley de Causa y Efecto; pero la doctrina espírita nos enseña que su fin es más bien educativo, de aprendizaje para el Espíritu. Ella nos permite conocer las consecuencias de nuestros actos para, al irnos ensayando en la vida, poco a poco guiar nuestros pasos, cada vez con mejor acierto, para disfrutar de una mayor felicidad, según nuestro estado evolutivo.
El alma o Espíritu sufre en la vida espiritual las consecuencias de todas las imperfecciones de las que no se desembarazó durante la vida corporal.
En el libro “El Cielo y El Infierno”, en el capítulo VII, “Las Penas Futuras”, Kardec escribe:
- “El alma o Espíritu sufre en la vida espiritual las consecuencias de todas las imperfecciones de las que no se desembarazó durante la vida corporal. Su estado, feliz o desdichado, es inherente a su grado de pureza o de imperfección.”
- “La felicidad absoluta es inherente a la perfección, es decir, a la completa purificación del Espíritu. Toda imperfección es, al mismo tiempo, causa de sufrimiento y de privación de goces, del mismo modo que toda cualidad adquirida es causa de goce y de atenuación de los padecimientos.”
- “No existe una sola imperfección del alma que no implique consecuencias funestas e inevitables, como no hay ninguna buena cualidad que no sea fuente de un goce.”
- “Toda falta cometida, todo mal realizado constituye una deuda contraída que deberá pagarse. Si no lo es en una existencia, lo será en la siguiente o en las siguientes, pues todas las existencias son solidarias entre sí.”
- “La única manera de evitar o atenuar las consecuencias que esos defectos generan en la vida futura consiste en desprenderse de ellos cuanto antes, desde la vida presente, así como en reparar aquí mismo el mal practicado, para no tener que hacerlo más tarde y de manera más difícil. Cuanto más nos demoremos en combatir esos defectos, tanto más penosas serán las consecuencias, y más rigurosa será la reparación que debamos llevar a cabo.”
He aquí dos ejemplos, extraídos de “El Cielo y El Infierno”, el primero, de cómo influyen nuestras acciones en nosotros cuando llegamos al mundo espiritual y el segundo, de la influencia de estas en encarnaciones posteriores:
El suicida de la Samaritana
El 7 de abril de 1858, alrededor de las siete de la tarde, un hombre de unos cincuenta años de edad, vestido decentemente, se presentó en el establecimiento de la Samaritana, en París, y ordenó que le preparasen un baño. Transcurridas aproximadamente dos horas, el empleado de servicio, sorprendido del silencio del cliente, resolvió entrar en su gabinete para verificar qué ocurría. Se encontró entonces con un cuadro horrible: aquel desdichado se había cortado la garganta con una navaja, y su sangre se había mezclado con el agua de la bañera. Puesto que no se pudo determinar la identidad del suicida, el cadáver fue trasladado a la morgue.
Evocado en la Sociedad de París, seis días después de su muerte, el Espíritu de ese hombre dio las siguientes respuestas:
1. Evocación.
Respuesta (del guía del médium): Esperad… él está aquí.
2. ¿Dónde os encontráis ahora?
R. No lo sé…. Decídmelo.
3. Estáis en una reunión de personas que realizan estudios espiritistas, y que son benévolas para con vos.
R. Decidme si estoy vivo… Este ataúd me sofoca…
NOTA. Aunque separada del cuerpo, su alma sigue completamente inmersa en lo que se podría denominar el torbellino de la materia corporal. Las ideas terrestres aún están activas, a tal punto que no acepta la muerte.
4. ¿Quién os indujo a venir aquí?
R. Me he sentido aliviado.
5. ¿Cuál es el motivo que os arrastró al suicidio?
R. ¿Estoy muerto?… ¿Yo? No… Vivo dentro de mi cuerpo… ¡No sabéis cuánto sufro!… Me ahogo… ¡Ah! ¡Que una mano compasiva termine conmigo!
6. ¿Por qué no dejasteis algún indicio que permitiera identificaros?
R. Estoy abandonado. Hui del sufrimiento para arrojarme a esta tortura.
7. ¿Tenéis ahora los mismos motivos para permanecer incognito?
R. Así es. No revolváis con un hierro candente la herida que sangra.
8. ¿Podrías darnos vuestro nombre, edad, profesión, domicilio?
R. No, de ninguna manera.
9. ¿Tenías familia, mujer, hijos?
R. Estaba abandonado, nadie me amaba.
10. ¿Qué habéis hecho para que nadie os ame?
R. ¡Cuántos lo son como yo!… Un hombre puede vivir abandonado en el seno de su familia,
cuando nadie lo ama.
11. En el momento en que practicasteis el suicidio, ¿experimentasteis alguna vacilación?
R. Ansiaba la muerte… Esperaba el descanso.
12. ¿Cómo es que la idea del porvenir no os hizo renunciar a ese proyecto?
R. No creía en él. Era un desengañado. El porvenir es la esperanza.
13. ¿Qué reflexiones se os ocurrieron cuando sentisteis que vuestra vida se extinguía?
R. No reflexioné, sentí… Pero mi vida no se ha extinguido… Mi alma está ligada a mi cuerpo… Siento que los gusanos me corroen.
14. ¿Qué sensación habéis experimentado en el momento en que la muerte se produjo?
R. ¿Acaso se produjo?
15. ¿Fue doloroso el momento en que vuestra vida se extinguió?
R. Menos doloroso que después. Sólo sufrió el cuerpo.
16. (Al espíritu de San Luis) ¿Qué quiere decir el espíritu cuando manifiesta que el momento de la muerte fue menos doloroso que después?
R. El espíritu descargó el fardo que lo oprimía; experimentó la voluptuosidad del dolor.
17. Ese estado, ¿siempre es la consecuencia del suicidio?
R. Sí. El espíritu del suicida queda ligado a su cuerpo hasta la finalización de esa vida. La muerte natural es la liberación de la vida del cuerpo; el suicidio la interrumpe por completo.
18. ¿Ocurre lo mismo en las muertes accidentales, que se producen independiente de la voluntad, y que también abrevia la duración natural de la vida?
R. No. ¿Qué entendéis por suicidio? El espíritu solo responde por sus actos.
Historia de un criado
Una familia de elevada posición tenía un joven criado cuyo aspecto inteligente y refinado sorprendía por su distinción. Nada en sus modales sugería inferioridad. En su dedicación al servicio de sus amos, nada había de esa obsecuencia servil propia de las personas de tal condición. Volvimos a visitar a esa familia al año siguiente, y como no vimos al joven, preguntamos si lo habían despedido. “No – fue la respuesta –, se marchó para pasar algunos días en su tierra, y allí murió. Lo lamentamos mucho, porque era una excelente persona y sus sentimientos estaban realmente por encima de su posición. Mantenía una estrecha relación con nosotros, y nos dio pruebas de gran afecto y devoción.”
Posteriormente, se nos ocurrió la idea de evocar al joven, y esto es lo que nos dijo:
“En mi penúltima encarnación, yo era, como se dice en la Tierra, de una muy buena familia, pero que había quedado en la ruina a causa de la prodigalidad de mi padre. Me quedé huérfano y sin recursos cuando todavía era muy joven. Un amigo de mi padre se convirtió en mi benefactor. Me educó como a un hijo y me brindó una excelente educación, que despertó mi vanidad. Ese amigo es actualmente el señor de G… a cuyo servicio me encontraba cuando me conocisteis. En mi última existencia me propuse expiar mi orgullo, por lo que nací en una condición servil, y de ese modo encontré la ocasión de probar mi dedicación a mi benefactor. Incluso le salvé la vida sin que él jamás lo supusiera. Esa fue, al mismo tiempo, una prueba que supe aprovechar, pues tuve la firmeza necesaria para no permitir que me corrompiera el contacto con un medio en el que por lo general proliferan los vicios. Pese a los malos ejemplos, permanecí honrado, por lo que doy gracias a Dios, pues fui recompensado con la felicidad de que gozo.”
NOTA. Nada mejor que este ejemplo puede hacer resaltar el beneficio del olvido de las existencias anteriores. Si el señor G… hubiera recordado quien había sido su joven criado, seguramente se hubiese sentido muy mortificado y no lo habría conservado en aquella condición, con lo que habría obstruido una prueba que resultó provechosa para ambos.
Cada uno de nosotros alcanza estados dichosos o lamentables, de acuerdo con las consecuencias de nuestras propias decisiones. De este modo, el Espíritu es siempre el árbitro de su propio destino. Puede prolongar sus padecimientos si persiste en el mal, o atenuarlos y abreviarlos si se esfuerza en la práctica del bien.
La Ley de Causa y Efecto, basada en la Justicia Divina, se acompaña siempre de la bondad y misericordia del Creador, que nos brinda nuevas oportunidades de aprender, de rectificar y de progresar.
BIBLIOGRAFIA:
- https://es.wikipedia.org/wiki/Causalidad_(filosofía)
- Kardec, A. El Libro de los Espíritus. 22ª ed. Mensaje Fraternal. Junio/2009.
- Kardec, A. El Cielo y el Infierno. Consejo Espirita Internacional. 2011
Tomado de: cursoespirita.com